Telefónica Móviles España SAU me envía muy gentilmente junto a la factura una carta avisándome de que solicitan mi “consentimiento explícito” para enviarme publicidad de terceras empresas. Es una carta farragosa, del estilo “la parte contratante de la tercera parte” y con sorpresa final. Porque lo que parecía un acto de gentileza se descubre canallesco al leer el último párrafo. Ahí aclaran que como ya dice el refranero “el que calla otorga” y que por “consentimiento explicito” quieren decir en realidad “no ponerme en contacto para decir lo contrario en el plazo de un mes”. Decido no esperar ni un minuto para negar mi consentimiento y llamo al 4407, allí un amable robot de voz femenina me solicita el número de la tarjeta SIM y me ofrece una alternativa a desmontar el móvil para mirar la tarjeta, teclear *#102#. Tecleo y el número aparece unos segundo en pantalla. No me da tiempo a copiarlo. Vuelvo a teclear y tras un par de confusiones me envían un SMS con un código para acceder al servicio. Llamo de nuevo y mi querido robot femenino desgrana tediosamente todas las opciones a las que, si no digo lo contrario, estoy dado de alta. Son siete y no hay manera de darse de baja de todas ellas conjuntamente, hay que ir una a una, pulsando teclas del móvil, con cuidado, porque si pulsas la tecla que no es, la llamada se da por terminada. La sensación de que te están tomando el pelo se confirma cuando a veces, sin error por tu parte que lo justifique, se corta la comunicación con la única excusa de que “en estos momentos no es posible atenderle, vuelva a llamarnos pasados unos minutos” y cuando después de más de 15 llamadas descubres que aún no has sido capaz de que el terco robot de voz femenina entienda tu disconformidad con la recepción de publicidad en cualquiera de sus variantes.Karel Capek eligió bien la palabra “robot” al inspirarse en la palabra checa “robota” servidumbre. Los queridos robots de telefónica en vez de ayudar entorpecen, y lo sospechoso es que parece que lo hacen para favorecer los intereses de la compañía frente a los humildes y mínimos clientes. Triste Mundo.
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